El desarrollo de materiales inteligentes y la impresión 4D prometen dirigir la industria del futuro y fortalecer la transformación hacia líneas de ensamble personalizadas, donde humanos y robots coexistirán para dar mayor valor agregado a los productos.
En 2009 la impresión 3D se levantó como la gran promesa de la producción personalizada. Los consumidores podrían imprimir cualquier producto por su cuenta desde la comodidad de sus hogares, mientras que los fabricantes de impresoras 3D capitalizaban la expectativa que generaba la impresión por capas. En dos años, el equipo de MakerBot, por ejemplo, creció de 50 a 500 trabajadores, y el valor de las acciones de Stratasys –la manufacturera que la adquirió– pasó de 10 dólares por acción a 140.
Ocho años después, esa tecnología que da vida a objetos tridimensionales ha avanzado. La empresa Natural Machines introdujo una impresora capaz de hacer hamburguesas, pizzas y chocolates; Apis Cor demostró que puede imprimir paredes de concreto en menos de 24 horas, y grupos musicales tocan con instrumentos impresos en 3D. Sin embargo, el costo de esta tecnología, los tiempos de producción y la limitación de los materiales que pueden ser utilizados, restringen su potencial. “Los profesionales de la cadena de valor todavía no logramos sacarle el mayor provecho a la impresión 3D, en parte porque hay mucha infraestructura que no se termina de implementar”, explica José Ruiz, socio de asesoría en Cadena de Suministro y Compras de KPMG México.
This story is from the Noviembre 2018 - 274 edition of MANUFACTURA.
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