Jean Paul Gaultier, durante el cierre de su último desfile en París.
“Me retiro porque no queda nadie más a quien vestir”, dijo Cristóbal Balenciaga al cerrar su casa de moda en 1968, cuando el prêtà-porter le asestaba un golpe mortal a la Haute Couture, el alma de su creatividad. La situación de aquel momento, con la llegada de una juventud que no quería verse “aseñorada” y que estaba influenciada por las creaciones de Courrèges, Mary Quant y los jeans, anunciaba una nueva era de la moda, en la que Balenciaga ya no encontraba terreno fértil para crear.
Raf Simons, cuando era director creativo de Calvin Klein
Hoy, casi cincuenta años más tarde, la historia se repite por una causa muy parecida: las personas están en búsqueda de individualidad y, gracias a la explosión de las redes sociales, también de lo nuevo. Querer ser único es entendible, pero la novedad, frenética, imparable e implacable no sólo está estimulando el dañino consumismo, sino que está acabando con las carreras de creadores que no pueden seguir este ritmo: ni creativa ni económicamente.
Cristóbal Balenciaga
This story is from the Mayo 2020 edition of Harper's Bazaar en Español.
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