El constante y periódico rotar de la Tierra, responsable último de la ocultación del sol tras el horizonte, trae consigo una inexorable caída de la luz que pone fin al periodo diurno de cada día; aunque durante los minutos posteriores al ocaso la luz residual nos permite ver mal que bien durante una media hora después de la ocultación del disco solar, una vez transcurrido ese tiempo de gracia la oscuridad lo inundará todo, hasta que el mencionado ciclo rotatorio nos devuelva un nuevo e ineludible amanecer.
Un astro, un satéli-te natural de nues-tro planeta que gira a nuestro alrededor, la luna, refleja de forma variable pero periódica la luz del sol, rompiendo en parte y por momentos la oscuridad propia de la noche; esa luz es la que aprovechan muchos cazadores para salir en busca del jabalí, especie naturalmente dotada de unos sentidos que le hacen moverse de noche con la misma soltura con la que lo hacemos nosotros de día. Pero ya dedicamos el pasado mes unas cuantas páginas a la caza en la peculiar circunstancia que supone la prórroga lumínica del reflejo de la luz solar en la blanquecina superficie lunar, así que hoy nos centraremos en la caza en ese periodo en el que o bien la luna se sitúa entre la tierra y el sol, esto es, durante su fase de luna nueva, o bien un macizo manto de nubes evita que su tímida iluminación llegue hasta la superficie terrestre.
LA BOCA DEL LOBO
En tales circunstancias, y salvo contadas y puntuales ocasiones, como cuando la luz proveniente de un núcleo urbano rebota en ese manto de nubes esparciendo su claridad unos cuántos kilómetros a la redonda, o en zonas de suelo especialmente claro (arena, rastrojos, pastos agostados...), con atmósferas extremadamente limpias en las que las miles y miles de estrellas arrojan la luz suficiente como para romper la oscuridad, lo normal es que la cerrazón sea tal que nos impida ver nuestra propia mano delante de nuestras narices, y es esa negrura, esa oscuridad total, la que aprovechan los jabalíes para campar a sus anchas por doquier, armados de su prodigioso olfato y de un instinto para desenvolverse en la oscuridad comparable sólo al de las rapaces nocturnas.
This story is from the Agosto 2019 edition of Caza Mayor.
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