Desde la aparición de las armas de fuego en el Siglo XVI, éstas fueron evolucionando poco a poco, sin embargo los proyectiles apenas cambiaron. Durante muchos siglos, el único proyectil era una bola de plomo que permaneció inalterable, aun cuando las armas que lo lanzaban iban mejorando.
BALAS DE CAMISA DE COBRE
El primer gran paso en los nuevos proyectiles es la aparición de la camisa de cobre. A finales del Siglo XIX aparecen los primeros proyectiles en los que se mantiene un núcleo de plomo (que aporta peso y gran expansión) pero con una camisa exterior de cobre. El cobre es más duro que el plomo, pero tiene una maleabilidad muy alta que hace que se adapte a la estría del cañón con facilidad, mejorando la precisión del arma. Además, se reduce muchísimo el ‘emplomado’ del cañón, algo muy típico de los antiguos proyectiles de plomo, que dejaban muchísimos residuos en las estrías del ánima del cañón.
La camisa de cobre tiene un efecto secundario muy buscado: retrasar la deformación del proyectil en el momento del impacto. Estos nuevos proyectiles ya no eran tan blandos como los de plomo, de manera que nos aseguraban mayor penetración en el cuerpo del animal. Muchas de las balas más populares que utilizamos hoy en día siguen empleando con éxito este diseño. Las conocidas Sierra Game King, Remington Core-Lokt, RWS KS o Winchester Power Point consisten en algo tan sencillo y probado como un núcleo de plomo con una camisa de cobre.
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