Cuida tu tinta

Garret Munce, nuestro (muy tatuado) experto de grooming, investigó sobre los cuidados que requieren tus tatuajes, ya sea que sean nuevos o hayan comenzado a desvanecerse

CUANDO TENÍA 12 AÑOS, mi madre me dijo que nunca me hiciera un tatuaje, porque si lo hacía, no podría conseguir trabajo. En su favor, esto fue hace más de 20 años, en la época en la que los tatuajes todavía eran un tabú, especialmente en mi sureño pueblo. Esperé siete años para hacerme el primero, luego de que una separación me obligó a hacer “algo por mí”. En aquel entonces, viendo la tinta que lucían los modernos David Beckham y Johnny Depp, me mudé a la ciudad de Nueva York y decidí que un tatuaje me daría un toque vanguardista.

Una vez abierta esta caja de Pandora, como ocurrió con muchas otras cosas en mi vida, me fui con todo. Hoy en día, he perdido la cuenta de los tatuajes que tengo y con frecuencia me olvido de la existencia de los menos visibles. Y, de hecho, tengo trabajo (lo siento, mamá).

No soy el único entusiasta de los tatuajes. Los tatuajes de Adam Levine llamaron más la atención que su actuación durante el Super Bowl; un descamisado Justin Bieber convirtió los suyos en moda en la portada de Vogue; Beckham tiene tantos que ya comienzan a verse encimados uno sobre otro; los tatuajes son igual de comunes en los Grammys como en las duelas de la NBA. El efecto de goteo los ha hecho tan comunes que hoy en día conocer a alguien sin tatuajes es más raro, al menos donde vivo (Brooklyn, Nueva York).