Con el rímel completamente embarrado, me despierto enredada en una bola de rizos color café a mi costado y junto a una espalda poco familiar. Me doy cuenta del diminuto tatuaje de un corazón rojo detrás de la oreja izquierda de esta persona; es sutil y muy lindo. Y no es mi novio. Inmediatamente, sin mayor esfuerzo, lo recuerdo todo… Estoy en una habitación oscura que no es la mía. En el piso está una pila de pantalones de mezclilla, mucho maquillaje esparcido y un bra blanco de encaje. El cuarto huele a perfume y sexo. Repentinamente la chica que estaba dormida a mi lado se mueve pasando su brazo por encima de mí. Cierro los ojos e intento descifrar cómo puedo reconstruir la amistad que apenas tenía con esta chica, con quien he cruzado la línea. Y también qué le diré a mi novio cuando lo vea para desayunar. Ups!
Había visto a Lola* varias veces, bailando con sus amigos en el campus de la universidad donde estudiaba. Era un año más grande que yo, con una seguridad que no había visto nunca antes. Definitivamente es muy guapa, con una piel hermosa y una gran estructura ósea, cautivante a morir. Con el paso de los meses, nuestra curiosidad por conocernos más a fondo creció conforme nos encontrábamos una y otra vez, bailando y, de manera eventual, acompañándonos al baño tomadas de las manos, así hasta que una noche en particular, pasamos una deliciosa jornada juntas.
This story is from the Septiembre 18 2019 edition of Cosmopolitan en Español - México.
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