En una tarde de temperaturas invernales oscilantes en Berlín, Sydney Sweeney cuenta entre risas sobre su precoz atrevimiento. “A los 12 años les hice a mis padres una presentación de un plan de negocios sobre qué podría pasar si me permitían hacer una audición para una película”, recuerda. Su gestualidad emana travesura y es fácil imaginársela donde creció, en las afueras de Spokane, en el estado de Washington (Estados Unidos), donde en aquel tiempo había llegado la producción de “una película bastante cursi”, describe.
“Me había pasado todo la vida diciéndoles: ‘¡Quiero ser actriz!’”, recrea la escena recurrente. “Pensaron que era lo mismo que cuando una niña dice que quiere ser princesa, pero con la presentación se mostraron bastante confundidos”, ríe, quizás recordando las caras de sus padres, que terminaron por darle permiso para la audición. “Creyeron que me sacaría la espinita, que luego me olvidaría de mi idea y que nunca más volverían a escuchar que quería ser actriz”, menciona nuevamente con picardía. ¡Qué equivocados estaban!
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