Dialectica De La Corazonada

Desde Canadá, donde reside, Rafael Lozano-Hemmer se declara un artista “privilegiado”, que, sin embargo, no cede en su compromiso ante “ la infamia” y el ejercicio de la micropolítica.

- Javier Villaseñor Villarreal

Vivo con un dejo de histeria p a r ano i c a . No demasiada. En cuanto cambié de computadora lo primero que hice fue ponerle una sticker en el ojo de la cámara frontal y antes de comenzar a navegar por internet compré un plan de VPN. Haría lo mismo con las cámaras de mi celular, de no ser porque las manufactureras se han encargado de hacer de dichos óculos una pieza fundamental para el funcionamiento del aparatito; a saber, la pantalla se desactiva si la cámara frontal se encuentra bloqueada, con la baladí excusa de evitar que se active cuando lo traemos en el bolso o en los bolsillos —cosa que seguramente es cierta, pero aseverar aquello termina por ser una verdad a medias; es decir, siempre hay una segunda intención detrás de todo. Verdad a medias porque estamos sujetos a una política económica donde nuestros datos son información a la venta que evidencian, a mayor escala, la conformación digital de un tejido social. En fin, el punto es que el sábado 13 de octubre me preparaba por la mañana para charlar con Rafael Lozano-Hemmer (Ciudad de México, 1967), quien tiene su estudio en Montreal y quien, al momento de redactar estas palabras, se encontraba en Washington, D.C. Me habían comentado con anterioridad que la mecánica de Lozano-Hemmer para este tipo de intercambios era realizarlos vía Skype, cosa que me pareció lógica e inclusoconsecuente con la naturaleza de la obra del artista.