Un implacable torbellino en el mundo de la moda lo arrasa todo a su paso. Los diseñadores, moviéndose de una firma a otra, como en un juego de las sillas o un tablero de ajedrez, luchan por respetar el ADN de una legendaria marca… o renovarla por completo. Y en esta partida lo mismo hay ganadores… que jaque mate.
La revuelta y revolucionada moda que vivimos desde los primeros años de este milenio ha tenido, como una de sus principales características, el cambio constante de directores creativos de las grandes casas de moda. Este juego de las sillas, con una música cada vez más frenética y con menor tiempo para tomar el asiento que queda a la mano, se ha vuelto motivo de predicciones y hasta apuestas temporada tras temporada. El “¿quién se fue?, ¿adónde? o, peor todavía, ¿a quién echaron?”. Sin duda alguna, esto es parte del preludio de cada fashion week.
UN JUEGO VERTIGINOSO
Sabemos bien que actualmente la fidelidad de una casa de moda hacia su director creativo se encuentra de manera directa relacionada al éxito de sus ventas, para qué engañarnos. Si el diseñador sorprende, innova y, lo más importante, hace que sus creaciones sean deseadas y usadas por el consumidor final, sus jefes estarán felices con su trabajo. Pero cuando la competencia comienza a ganar mercado y una marca empieza a dejar de interesar al público, es momento de una transformación. Dramático si es necesario.
This story is from the Diciembre 2018 edition of Harper's Bazaar en Español.
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