Frankenstein: el lado B de Prometeo

A pesar de ser las dos caras de una misma moneda, el mensaje a través de ambos personajes es contundente: somos responsables absolutos de lo que creamos.

- Por Luis Felipe Brice

ESTRELLA CINEMATOGRÁFICA. Así lucía el británico Boris Karloff como el monstruo en La novia de Frankenstein (1935).

Así como le pasó a Drácula, Frankenstein se convirtió de personaje literario a figura de consumo en Halloween por obra y gracia del imagi nario audiovisual y la mercadotecnia. Sin embargo, en realidad ese no es el nombre del considerado “monstruo”, sino el apellido de su creador, el doctor Victor Frankenstein, quien no se dignó siquiera a darle un apelativo a su criatura. Tal omisión forma parte crucial de la trama de Frankenstein o el moderno Prometeo, publicada en 1818 por Mary Shelley (1797-1851).

INMORTAL. La fama de Mary Shelley trasciende en el tiempo gracias a sus grandes obras.

Inmortal creador de los mortales

Evidentemente, para la construcción del personaje que da subtítulo a su novela, la escritora británica se inspiró en el mito griego de Prometeo, el titán a quien se atribuye la creación, desarrollo y protección de la humanidad en contra de los designios del supremo dios Zeus. Al respecto, cuenta la leyenda que Prometeo tomó un puñado de tierra, la mezcló con agua y amasó el barro para formar al primer humano. Una vez creado el nuevo ser es Atenea, diosa de la sabiduría, quien le infunde vida.