Quintilla impresionista

La aparente sencillez de este cuadro, Los jugadores de cartas (1894), es el resultado de un estudio pormenorizado que llevó a su autor a pintar hasta cinco versiones diferentes del mismo asunto. Su fama o su auténtica perfección empujaron a esta obra a ser objeto de una de las ventas más caras de la historia.

- Por Eva Domínguez Aguado

Paul Cézanne (1839-1906) es considerado por muchos el padre de la pintura moderna, puesto que sus obras establecieron las bases del nuevo rumbo que iba a tomar este arte en el siglo XX.

En sus inicios se dejó llevar por la corriente impresionista, ya que en la década de los 70 del siglo XIX era lo que imperaba. Viajó, como la mayoría, a la Provenza desde prácticamente sus inicios. Y quizá su carácter aislado y solitario le permitió exprimir al máximo su potencial y el de su pintura, y quiso mirar más allá.

En torno a 1890 Cézanne ya es un pintor maduro; es en este punto cuando comienza la primera de sus cinco versiones de Los jugadores de cartas. Tal vez su fuente de inspiración fuesen otros cuadros de jugadores, como el de Jean Siméon Chardin, o nada más una escena cotidiana que pudo contemplar en numerosos momentos de su vida. El caso es que, con una estampa tan vulgar –dos figuras concentradas en su juego–, el artista se esfuerza por mostrar sus expresiones y en hacer que el espectador sea un observador más de ese juego de taberna, que se sienta dentro de la escena.