Una pradera que renace

Nuestra especie ha dejado su marca modicando magnícos paisajes y ecosistemas. Sin embargo, hay rincones donde la voluntad y visión de unas pocas personas han marcado una enorme diferencia y aún se puede atisbar lo que en el pasado fue México. “Islas” donde el hombre y la naturaleza conviven de la mejor manera.

- Texto y foto por Roberto Pedraza

Me gusta el norte. Sus vastos paisajes, llanuras que encuentran montañas, una menor y más dispersa presencia humana debido a un clima extremo en el que todo signica un mayor esfuerzo, han marcado a su gente, cultura, Âora y fauna y forma de vida. Al pie de las agrestes y legendarias montañas de la Sierra Madre Occidental, al noroeste del estado de Chihuahua, en el municipio de Janos, se encuentra un paisaje enteramente norteamericano. Bisontes y berrendos otrora migraban y se movían con toda libertad, manteniendo en el mejor estado con su pastoreo –intenso pero efímero– al mar de pastos que ondulaba al ritmo de las estaciones y paso de las grandes manadas.

Ya había escuchado maravillas del Rancho Carretas cuando visité la región en 2014 para fotograar a la manada de bisontes que fue reintroducida en las cercanías de Janos por The Nature Conservancy. Me sonó a un rancho donde la vida se refugiaba, a diferencia de las praderas y potreros exhaustos y sobrepastoreados que son la constante, o aún peor, los monocultivos de los menonitas. Aquí el mismo ganado, integrado al paisaje y pastizales, ha regenerado y devuelto a la abundancia de antaño a sus praderas. Tuve la fortuna de conocer a su administrador, Servando Díaz, hombre emprendedor y ávido por cambiar viejos paradigmas, que ha combinado productividad con conservación, logrando lo que ahora es un rancho modelo (obvio también gracias al interés y visión del propietario).

"El desierto de Chihuahua es el más grande en Norteamérica y el segundo con mayor diversidad."