UNA LUZ DORADA

El riad de Trino Verkade, en la bulliciosa ciudad de Marrakech, es tan ecléctico y curioso como la mujer que lo habita. Con la fotografía de OSKAR PROCTOR y las palabras de JERMAINE GALLACHER.

CÁLIDO ENCANTO Detalle de la sala con autorretratos de Shirin Fathi, colgando de la chimenea; en página opuesta: Trino Verkade en su hogar, en Marrakech.

Nos encontramos en una cálida noche, Trino Verkade y yo avanzamos por los bulliciosos callejones adoquinados de la Medina de Marrakech hacia la entrada de su recién renovado riad. “Tuve que usar un burro y una carreta para transportar todos los materiales de construcción, porque las calles son demasiado estrechas”, me explica mientras la sigo, tratando de evitar el constante flujo de motocicletas de la marca Motobécane. Como Directora Ejecutiva de la Sarabande Foundation —una innovadora organización benéfica fundada por Lee McQueen en 2006, que apoya a artistas emergentes y diseñadores de moda, entre sus protegidos recientes están Michael Stewart de Standing Ground y Aaron Esh—, Verkade, quien fue la primera empleada de McQueen, maneja el caos con naturalidad.

Tampoco es casualidad que Verkade eligiera establecerse en el distrito de Mouassine, rodeado de distintos puestos del mercado. Compró el riad el año pasado, y está a solo unos pasos del renombrado hotel El Fenn (Madonna alquiló sus 42 habitaciones completas para celebrar su cumpleaños número 60, en 2018), cuyos propietarios, Howell James y Vanessa Branson, fueron quienes le presentaron Marrakech a Verkade, hace más de 15 años. El conjunto de seda de Hermès y el collar surrealista dorado de Schiaparelli que lleva el día de mi visita, son perfectos para pasar una noche en el rooftop del hotel, disfrutando de margaritas de hibiscus y jengibre.