Doo sti ñia (Hilos de mi madre)

Suavemente, el hilo pasa sobre el lienzo de tela ajustado con firmeza en el bastidor.

- MANUEL ZÚÑIGA, ENRIQUE TORRES.

La maternidad en el Istmo se borda con matices de amor, tradición, ausencia y esperanza. 

En cuestión de días, las primeras flores brotan decorando los huipiles istmeños tupiéndolos de caprichosos bouquets. De una naturaleza similar, es como se enrama el concepto de ser madre en la cálida región oaxaqueña. El hilo, como si fuera la vida misma, entra y sale ayudado de la aguja, una analogía que bien puede ser equiparable a cómo nacemos de la Madre Tierra y volvemos a ella. Desde el inicio, se anuda fuertemente, como lo es ese nexo inexplicable y eterno con nuestras madres, irrompible desde que somos gestados en su vientre.

Es de tal magia ese hilo, que con el paso del tiempo, y como suele hacerse con los huipiles istmeños que son heredados, es el responsable de zurcir y ajustar las prendas a la nueva poseedora, quien portará este legado de identidad adaptado a sus nuevas necesidades. De esta suerte, si tenemos la oportunidad de observar un huipil heredado, al voltearlo por el lado contrario a los bordados encontraremos los remaches en hebras de vidas pasadas, precisamente, de esas mujeres que son un hilo continuo de información de quiénes somos.

Abriendo sus baúles, memorias, las puertas de sus hogares y sus corazones mientras portan los huipiles de las mujeres que les han antecedido, cuatro historias firmadas y retratadas en la región del Istmo retratan ese vínculo llamado maternidad, demostrando que ese ir y venir de hebras textiles también crea los más bellos matices. En su conjunto, testimonios de vida tan únicos que son capaces de reinterpretar y honrar un concepto tan arraigado sin "perder el hilo".