MUNDOS REMOTOS

Tras sobrevivir y prosperar en los mares, la vida animal salta a tierra firme. En un tris, brota un abanico de criaturas increíbles.

Durante el Carbonífero, hace entre 359 millones de años y 299 millones de años, el terreno apenas es visible bajo la selva más exuberante y asfixiante que ha conocido nuestro mundo. Una jungla impenetrable donde insectos gigantes se mueven por un paisaje tapizado de verde hasta el horizonte. Poco a poco, los primeros vertebrados seguirán las huellas de los artrópodos colosales, pero pasará un largo periodo antes de que algunos de sus descendientes se desliguen del todo del medio acuático. Y lo logran gracias al invento quizá más trascendental en la historia del reino animal: el huevo amniótico, aislado y protegido del exterior por membranas y a menudo por una cáscara. La selección natural, partiendo de la estructura básica de cuatro extremidades y trabajando en el escenario casi ilimitado del supercontinente Pangea, dará lugar a una asombrosa variedad de seres, algunos de los cuales nos resultarían engañosamente familiares, ya que hay soluciones anatómicas que van a repetirse una y otra vez en linajes muy diferenciados entre sí. Por supuesto, bajo las aguas la vida sigue creciendo y reinventándose. Y para sorpresa de todos, algunos de los colonizadores terrestres van a regresar al mar a la primera oportunidad.

Entre los helechos gigantes se arrastran criaturas que parecen sacadas de una pesadilla. Dos inmensos Arthropleura –milpiés del tamaño de un humano– se detienen por un momento y vigilan el entorno en posición de alerta: en el infierno verde nunca hay que bajar la guardia.