Edith González y ahora es eterna . . .

Sus últimos años estuvieron marcados por su valiente lucha contra el cáncer y el disfrute por la vida, pero Edith fue más que eso: una actriz de época, cuyo rostro único fue reconocido por dos generaciones.

- Por Gabriella Morales-Casas

Sus enormes ojos infantiles resplandecían en la gran pantalla en el año 79, cuando el público la conoció como hija adoptiva de Verónica Castro en Los ricos también lloran, la telenovela que cambió para siempre la vida de Edith... y de la televisión mexicana; porque después de ese rotundo éxito mundial (todavía la recuerdan en Rusia, a 40 años de su estreno), Televisa se posicionó como el Hollywood de las telenovelas.

La trama obligó a Edith a teñirse el pelo de negro, hasta que “su verdadera madre”, encarnada por Christian Bach la encontró y volviera a su color dorado y delicado, justo como el que hoy luce su hija, Constanza, exactamente a la misma edad a la que Edith trabajó en Los ricos también lloran, a los 14 años.

Con un bagaje actoral que había comenzado en el cine durante su primera infancia, no tardó en llegarle su oportunidad como dama joven. Fue en 1983, en la producción de Valentín Pimstéin Bianca Vidal, al lado de Salvador Pineda, cuya dureza contrastaba con la dulzura de Edith; pero su experiencia actoral y su personalidad lograron sostenerla.

Pronto, se sumó a las actrices jóvenes de la casa, como Victoria Ruffo, Leticia Calderón, Érika Buenfil y Christian Bach, las nuevas princesas del melodrama. Con Sí, mi amor y Monte Calvario Edith ganó a pulso un nombre.

En aquel tiempo corrió el rumor de que se había realizado una cirugía en los párpados para atenuar su mirada todavía núbil.