Ser mujer en cárcel de hombres

Las mujeres trans en las prisiones varoniles de la Ciudad de México tienen que hacer lo imposible por mantener su identidad y seguir su tratamiento en un lugar donde todo cuesta tres veces más. 

- Por Gabriela Gutiérrez M. Fotos Edgar Durán

Su cabellera siempre la llenó de orgullo. Negra y abundante, tan típica de Coatzacoalcos, era imposible no voltear la mirada cuando cruzaba por la calle. La cintura breve, enmarcada por una minifalda o un pantalón ceñido a sus caderas; las uñas largas, siempre bien combinadas con su ropa. Y los tacones altos —con plataforma, por supuesto— que elevaban su cuerpo como un altar.

Ahora, en la Penitenciaría de Santa Martha, Karla ha perdido todo ese poder. Ella es una de las 69 mujeres transexuales y transgénero que habitan las prisiones varoniles de la Ciudad de México donde, además del encierro, sufren el temor de perder, poco a poco, su aspecto femenino, un elemento indispensable para conservar su identidad de género.

Ni siquiera puedo tener una alaciadora —cuenta Karla y entrelaza sus dedos en su cabello ondulado—. No está permitido .

Los rumores dicen que a la Penitenciaría de Santha Martha solamente llegan los incorregibles, aunque las autoridades juran que esto es un mito. Lo cierto es que esta prisión es la más antigua del sistema penitenciario de nuestra ciudad. Sus paredes brillantes, bien pintadas, disimulan las seis décadas de existencia de la prisión, como quien abusa del maquillaje para ocultar las arrugas, a pesar de los vidrios rotos de los pasillos y del polvo que se acumula en los rincones como una costra.