Reconstruir México

Los sismos del 7 y 19 de septiembre despertaron la empatía de un país que quiere vencer a la catástrofe con la frente en alto.

- José Luis Ramos

Septiembre de 2017 nos golpeó dos veces de manera sólida, a la quijada. No hubo forma de desmarcarnos; los estremecimientos de la tierra fueron contundentes y nos vimos caer. Esta vez la tragedia no estaba en la página gris de un periódico. No se trataba de un recuerdo trágico de 1985; no era un “¡cámbiale a la tele, que no quiero ver eso!”. Ahora éramos nosotros los que estábamos en el suelo, nublados por la cortina de polvo que trajo consigo a la incertidumbre.

Antes de que se dispersara la polvareda, llegó la ayuda. Las redes se movieron. La gente también. Incluso los millennials –esa generación a la que tanto se le critica su apatía y "valemadrismo"– tomaron las herramientas que tenían a la mano, e hicieron dinámicas más eficaces que las autoridades para brindar ayuda. A pesar del cansancio y la tristeza. El ímpetu de ayudar se fortaleció, y justo cuando pensamos que el país se nos iba de las manos, la solidaridad nos dio esperanza.