Una ciudad medieval. Ríos y puentes. Leyendas. Artesanos y artistas. Helados de diseño. Siglos de sabiduría cerámica. Fosos, murallas y torres defensivas. Josep Pla. Arroz caldoso o paella. Balas de paja. Humedales que son refugio de aves. El legado íbero de los indigetes
HAY UN DICHO POPULAR que reza: “Si vas a Girona has de fer un petó al cul de la lleona” (‘si vas a Girona, tienes que besar el culo de la leona’). El animal en cuestión es una escultura del siglo XII –de dudoso parecido a la reina de los felinos– cuyas posaderas se hallan a disposición de todo aquel que tenga la voluntad de regresar alguna vez a la capital del Gironès. Podríamos decir que besar a la leona, que se encuentra situada a la entrada del puente de Sant Feliu, sería la versión gerundense de lanzar una moneda a la Fontana di Trevi en Roma. Con o sin ósculo en la agenda, conviene después subir la escalinata de la vecina iglesia de Sant Feliu para conocer a otro de esos personajes que Girona ha situado entre su más querida simbología: Sant Narcís. El sarcófago del santo patrón de la ciudad fue el responsable, según la leyenda, de la derrota de los franceses durante el sitio de la villa en 1285. Durante el saqueo a la iglesia, todo un ejército de moscardones salieron del sepulcro provocando el terror y la muerte entre las tropas galas, lo que explica porqué las moscas –en forma de esculturas, vitrales o souvenirs– están tan presentes por toda la ciudad.
Bu hikaye Lonely Planet Traveller - España dergisinin Octubre 2017 sayısından alınmıştır.
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