PARÍS SIEMPRE SERÁ PARIS

A pesar de las protestas de un puñado de mentes rebeldes que atribuirían el titular de capital de la moda a Londres o Milán, para Angelo Flaccavento, implacable experto y crítico de moda, París es el centro neurálgico del sistema. Y así seguirá siendo.

EN CUANTO A LA MODA, a diferencia del resto, yo era bastante precoz. Mi interés se manifestó temprano: en la escuela primaria. En el sector trabajaban familiares cercanos; eran dueños de una elegante boutique en la pequeña ciudad siciliana de Ragusa donde nací. Pude admirar un montón de creaciones y rápidamente quedé enganchado. La ropa vibraba con una energía transformadora que parecía tan seductora como irresistible. Después de la agitación y el malestar político de la década de 1970, la frivolidad y el consumismo más ruidoso de pronto no sólo fueron aceptados sino exhibidos. Lo importante era vivir a lo grande y tener el aspecto correspondiente a tanta pompa. La moda catalizó esta tendencia, y Milán estuvo en el centro de un movimiento que glorificaba el prêt-à-porter que, no contento con arrasar con los rituales, ignoraba el esnobismo, los prejuicios de clase y el esplendor de la alta costura.

Tuve la oportunidad de observar cómo todas estas nuevas prendas llamativas habían desencadenado nuevos estilos de vida que hoy describiríamos como bling-bling, en las revistas de lujo, pero también en el mundo real, en las boutiques de moda de vanguardia de mis tíos. Estos modelos eran a veces llamativos, a veces elegantes, a veces sorprendentes, pero, en retrospectiva, no tenían nada de particularmente radical. Conmovido y cautivado por las creaciones de vanguardia, especialmente japonesas, no tardé en desarrollar mi propio gusto, que iba a contracorriente de lo que mi familia proponía en sus tiendas, es decir, la concepción milanesa de la moda, pragmática y ostentosa.