Panamá –conocido por su canal, una vía navegable artificial de 82 kilómetros que conecta el océano Atlántico con el Pacífico– ha atraído a infinidad de viajeros comerciales, con una media de 14,000 barcos cruzándolo cada año. Pero hoy atrae a un nuevo tipo de viajero: el de lujo en busca del próximo destino por descubrir, como alternativa a Costa Rica. Al aterrizar en Bocas del Toro, al sur de la isla Colón, tras un vuelo de 50 minutos desde Ciudad de Panamá, aparecen casas de madera de colores que componen una idílica estampa caribeña. Al caer la tarde, la música brota de varios bares de la ciudad de Bocas, el principal centro neurálgico de la región. Con 9 islas, 51 cayos y más de 200 islotes, el archipiélago de Bocas del Toro es comparable a un mini Caribe frente a la costa occidental de Panamá.
Un viaje en taxi acuático transporta a sus pasajeros a la serena calma, deslizándose por aguas tranquilas y llegando 20 minutos después a Nayara Bocas del Toro, un complejo sólo para adultos situado en una isla privada de 9 hectáreas propiedad del ejecutivo tecnológico convertido en hotelero Dan Behm, quien compró la isla en 2017. Dieciocho villas sobre el agua con tejado de paja flotan sobre envolventes tonos azules rodeadas de manglares. Las cabañas de estilo balinés con acabados de madera y ventanales del suelo al techo dan a aguas cristalinas. Algunas casas tienen sus propias piscinas frente al mar, mientras que otras tienen un suelo de cristal para ver la vida marina que nada debajo.
Bu hikaye Harper's Bazaar en Español dergisinin Febrero 2024 sayısından alınmıştır.
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