Una historia desde dentro

Después de haber sobrevivido a su propio diagnóstico de endometriosis, Alexa Chung ya no piensa sufrir más en silencio. Aquí habla con expertos y otros pacientes para ver si, por fin, hay algo de esperanza.

La endometriosis es casi tan difícil de pronunciar como de diagnosticar. La primera vez que mi boca luchó por pronunciar esas sílabas, estaba acurrucada junto a una pantalla de computadora en un consultorio médico en California, repitiendo como un loro lo que me acababan de decir. No pretendo recordar sus palabras exactas porque, como todas las malas noticias, me llegaron en cámara lenta. Me dijo algo así como: “Tienes un quiste hemorrágico, un quiste de chocolate que a menudo es una dolencia relacionada con la en-do-me-trio-sis”. Recuerdo la parte del chocolate porque me evocó la imagen de un Cadbury Creme Egg y a partir de entonces no pude dejar de pensar en lo absurdo de que un dulce de Pascua estuviera metido dentro de mí, conspirando con su pariente villano.

Obviamente, inmediatamente quise saber cómo se podía curar esta Inmediatamente quise saber cómo se podía curar esta enfermedad que suena tan fea... y la respuesta es, codazo, codazo, escucha y prepárate para esto... no lo saben. Los expertos sí saben que la endometriosis es una enfermedad en la que el revestimiento del útero (el endometrio) prolifera y crece en lugares donde no debería de crecer. Saben que durante la menstruación estas células sangran, provocando inflamación, dolor y la formación de tejido cicatricial, encargado de adherir los órganos entre sí. Y saben que una de cada 10 personas con útero, en edad fértil, es portadora de esta inoportuna enfermedad. (¿He mencionado que puede ser una agonía? Como "el final de Braveheart, tumbado en el caballo esperando a que te cuelguen y te descuarticen").