Danzón dedicado a...

Entre la acelerada vida de la Ciudad de México, hay unas guaridas en las que el tiempo parece transcurrir de manera diferente. Los salones de baile se han constituido como máquinas del tiempo en las que es posible echar un vistazo al pasado y rendirse ante los sonidos, colores y vestuarios del México de antaño.

- LILIANA RODRÍGUEZ

PASADO Y PRESENTE se funden. La tarde comienza a caer en este caluroso día de junio en la CDMX. Después del baño con agua tibia, me dirijo al clóset aún envuelta en una toalla, siguiendo el protocolo que dicta la ocasión. Mientras analizo con calma cada una de las prendas que cuelgan en el interior, me embarga un sentimiento de vacío, de que algo falta en el ambiente. Trueno los dedos apenas me doy cuenta. Voy hacia la consola heredada de mi padre —y que integra un antiguo tocadiscos— y desenfundo un acetato de éxitos tropicales para que me acompañe en esta preparación.

La elección del track es igual —o más complicada— que la selección del atuendo. Leo rápidamente las opciones en el reverso de la funda de cartón y por fin me decido. “Anoche, anoche soñé contigo, soñé una cosa bonita, qué cosa maravillosa…” suena la Sonora Matancera en las bocinas. Muevo las caderas y los pies al ritmo de esta melodía y, entonces, como por arte de magia, llega la inspiración dejando caer la tela que secaba mi cuerpo: blusa blanca, falda negra de corte lápiz, zapatos de tacón y, por supuesto, las tradicionales medias negras adornadas de una línea negra que se deja ver en las pantorrillas tensas por mi calzado reluciente.