SILENCIO, se VISTE (en modo millonario)

El fenómeno del lujo discreto devuelve la sensatez a la moda en tiempos de incertidumbre social y económica. Una invitación a la funcionalidad, la simplicidad, la durabilidad y cierta neutralidad que, a pesar de su nombre, no es patrimonio de ricos.

- SARA SÁEZ

Con 265.300 millones de euros despachados en ventas, a Brunello Cucinelli le salen las cuentas del último trimestre. La compañía sacaba pecho a finales de marzo, al cierre del primer ejercicio fiscal del año, anunciando un incremento del 34,7 por ciento en su volumen de negocio gracias al acelerón en los mercados asiático y, sorpresa, norteamericano. Del alcance de la peculiar etiqueta italiana en Estados Unidos había cierta constancia por el calado de sus fans, la mayoría multimillonarios de la burbuja tecnológica (Jeff Bezos, Mark Zuckerberg, Marc Benioff, Kevin Systrom) adictos al tacto del cachemir, aunque también tiene ganadas a celebridades del espectáculo como Angelina Jolie o Gwyneth Paltrow. En efecto, ese tipo de gente con más que abultadas cuentas corrientes a la que, sin embargo, no se le nota al primer vistazo. Por lo que visten –y cómo lo visten–, esto es. Riqueza sigilosa, lo llamaron en su día, hace ya unos años. Lujo silencioso, claman hoy los titulares. Normal que a Brunello Cucinelli le salgan las cuentas como nunca.

Bajo estás líneas, de izquierda a derecha, las propuestas de THE ROW, PROENZA SCHOULER, CO y LOEWE. Cuatro etiquetas clave de la discreción estética y ajena a logos que estos días define el buen gusto.