TAN NORMAL

En un momento en el que vestirse se ha convertido en una suerte de performance al servicio de una supuesta individualidad, decantarse por una indumentaria normativa es la (pen)última declaración de intenciones.

- LAURA GARCÍA DEL RÍO

Sudadera, vaquero ancho y un par de mocasines. Quién iba a decir que la propuesta que más daría que hablar en las últimas semanas de la moda sería el look con el que una sale a hacer recados un domingo cualquiera. La ruptura con el nirvana maximalista en el que Alessandro Michele había transformado la firma era el quiebro esperado en el estreno de Sabato de Sarno al frente del imperio Gucci. Pero el grado de ascetismo del napolitano fue extravagante incluso para el más ferviente crítico del hedonismo circense en el que se han convertido las pasarelas. «Es una historia sobre la humanidad, sobre la gente, sobre la vida real», apuntaba el creador en el manifesto de su debut a los mandos de la dirección creativa de una enseña que en noviembre de 2022 le indicaba la salida a Michele, después de que los ingresos netos subieran solo un 8%, hasta los 10.000 millones y medio de euros, y no el doble dígito al que los accionistas se habían acostumbrado con él al frente. «Fatiga de marca», declaraban los expertos. Si se trataba de romper con lo anterior para reavivar el interés (y las ventas) volviendo a resonar con el pulso de la calle, De Sarno se arrima a buen árbol.