HO LO BION TES LA CONEXIÓN INVISIBLE

Es imposible pensar en el ser humano como un individuo independiente de la naturaleza que le rodea. Al leer esta frase posiblemente nos venga a la cabeza la relación que tenemos con otros seres vivos, como plantas, animales o, incluso, microorganismos. Pero vamos a dar un paso más. Piense en un hombre individual, tómelo solo a él. ¿Se lo imagina? Pues es imposible, pues cada uno de los individuos que componen el ser humano es en realidad un auténtico ecosistema. ¿Y cómo puede ser esto? Porque el ser humano es un holobionte.

- EUGENIO M. FERNÁNDEZ AGUILAR

La vida es una competencia constante. La vida también es colaboración constante, pero no solo entre individuos de una misma especie, sino entre individuos de especies diferentes. No hablamos de una simple simbiosis. En una simbiosis dos individuos de distintas especie se asocian para beneficiarse mutuamente. El término simbiosis lo acuñó el biólogo alemán Albert Bernhard Frank (1839-1900), para hacer referencia a los líquenes que estudiaba. A pesar del tiempo transcurrido, no hay una definición exacta de simbiosis que compartan todos los científicos. Un hecho que ya advertía de algún modo la carismática bióloga estadounidense Lynn Margulis (1938-2011) en su artículo Words as Battle Cries: Symbiogenesis and the New Field of Endocytobiology: «Los libros de texto de biología definen la simbiosis antropocéntricamente, como relaciones de ayuda mutua o beneficios animales, lo que implica un contrato social o un análisis de costo-beneficio por parte de los socios». Continúa diciendo que la definición es ridícula, pues la simbiosis antecede en eones al mundo humano y la invención de la moneda. Nos cuenta Margulis en el artículo que en 1879 el biólogo alemán Heinrich Anton de Bary hablaba de «organismos disímiles que viven juntos», cuando definía simbiosis. Pero pronto ese «disímiles» se convirtió en «distintas especies», y aquí está el quid de la cuestión.