Las "otras" Curie

Ève e Irène Curie tomaron caminos muy distintos, pero ambas forjaron sus propias historias de éxito y supieron perpetuar el legado de su legendaria madre.

- Sergio Parra

Cuando un coche de caballos cargado de suministros militares procedente de Pont Neuf fracturó el cráneo de Pierre, acabando con su vida, su hija mayor, Irène, tenía apenas nueve años, y Ève, la pequeña, 14 meses. En abril de 1906 Marie escribía una carta desgarrada por la pérdida de su esposo, recordando los detalles más cotidianos, más felices, de sus últimos días con él: Querido Pierre: a quien nunca volveré a ver aquí, quiero hablarte en el silencio de este laboratorio, donde no pensaba que tendría que vivir sin ti.

Para soportar aquel desconsuelo, Marie se refugió de nuevo en su extenuante trabajo científico. Cuando estaba en casa rogaba a sus hijas que no mencio- naran el nombre de Pierre, pues el puro recuerdo era demasiado doloroso para ella. Pese a todo, nunca dejó de ejercer como madre. Shelley Emling, autora de Marie Curie and Her Daughters: The Private Lives of Science's First Family (Marie Curie y sus hijas: la vida privada de la primera familia de la ciencia), señala que con el tiempo establecería un vínculo muy distinto con cada una de ellas. Lo que también propició que ambas acabaran siendo muy diferentes entre sí.

Irène, la compañera de laboratorio