(R)evolución

25 años después de convertirse en uno de los hombres más famosos del planeta, un Ricky Martin más sabio y seguro quiere volver a ser una estrella. Pero en esta ocasión, sin dejar de ser él mismo.

- ALEX FRANK 

A CASA MIDCENTURY de Ricky Martin en Beverly Hills es completamente de cristal, lo que le permite a esta visita que acaba de tocar el timbre verlo cruzar sonriente su vestíbulo cavernoso para abrir la puerta. Transmite algo innegablemente adolescente: parece un joven al que se le deja solo en la casa de un adulto. Abre la puerta, dice hola y me conduce al interior. Pasamos por una fotografía enmarcada en la pared en la que está desnudo, de espaldas. Más tarde me cuenta que siempre se mantiene en contacto con su niño interior, pero me da la impresión de que ese niño no es tan interior: ahí lo tienes enfrente, enseñándole las nalgas desnudas a la cámara.

Son días ajetreados para Ricky, quien casi 25 años después del torbellino que supuso "Livin' la vida loca" se encuentra en el pleno frenesí de regresar a los escenarios y las pantallas. Ha estado de gira con Pitbull y Enrique Iglesias "tres individuos con la actitud de un torero", me cuenta. "¡Bum, bum, bum!"- y este mes protagoniza la serie de Apple TV+, Palm Royale, situada en el Palm Beach de los años 60. En ella da vida a Robert, un trabajador de un country club, de orientación ambigua, y cuando habla del elenco (Kristen Wiig, Laura Dern y su padre, Bruce Dern) y la emoción de la producción de gran presupuesto, esconde la cara en las manos en asombro ansioso. Uno creería que un hombre con sus logros-estrellato infantil en Menudo, más de 70 millones de discos vendidos desde entonces- ya habría superado el vértigo que supone la popularidad. Pero parece extraordinariamente incapaz de ser displicente. "Cuando dijeron: 'Acción!" me puse nervioso, pero tienes que dejarte llevar", me cuenta. En el set, se recordó relajarse, improvisar.