Asesinas de ocho patas

Los humanos no somos las únicas criaturas del planeta que le tenemos miedo a las arañas.

De las 40,000 especies de arácnidos que existen en el mundo, todas menos una son carnívoras. En total, cazan y devoran cientos de millones de presas al año, lo que ayuda a controlar las poblaciones de invertebrados y mantener el equilibrio en los ecosistemas. La mayoría de las arañas prefiere comer insectos y otros arácnidos, aunque algunas son capaces de capturar lagartos e, incluso, pequeños pájaros. Además de ser famosos por sus telas, estos bichos emplean todo tipo de tácticas cinegéticas, desde el salto de larga distancia de las arañas saltadoras hasta la imperturbable paciencia de las que esperan escondidas entre los pétalos de las flores.

SÍ SE HACEN BOLAS

Una araña equipada para ser experta pescadora.

Posadas en las ramas o las hojas, las arañas bola, del género Mastophora, parecen estar pescando. Su innovadora táctica consiste en producir una larga baba de seda pegajosa en forma de fino hilo para atrapar las polillas que chocan contra ella. La arena tensa la cuerda en el momento exacto para que la trampa se enrede en las alas del insecto, momento que la araña aprovecha para atacar. Estas arañas reciben el apelativo de bola porque recuerdan a un arma de caza arrojadiza que utilizaban los gauchos, que eran las llamadas boleadoras, que contaban con dos o tres esferas de piedra unidas por unas tiras de cuero o tientos.