El cine mexicano vive tiempos dorados, como el de la década de 1940. Pero algo ensombrece el éxito: la conexión con la audiencia
La Época de Oro del Cine Mexicano es el periodo histórico de mayor producción cinematográfica y el de mayor influencia internacional. Durante dos décadas –entre el éxito continental de Allá en el Rancho Grande (De Fuentes, 1936) y la muerte del último ídolo del cine mexicano, Pedro Infante, en 1957–, el cine nacional sobrepasó, en algún momento, el centenar de producciones al año; su star-system era garantía de taquilla en buena parte de Hispanoamérica, las imágenes de Gabriel Figueroa se habían convertido en la tarjeta de presentación de nuestro país y cineastas como Emilio El Indio Fernández, con María Candelaria (1944), y el español naturalizado mexicano Luis Buñuel, con Los olvidados (1950), eran reconocidos en el mundo.
Por supuesto, las condiciones nacionales e internacionales que propiciaron el nacimiento de esta Época de Oro –el inicio de la Segunda Guerra Mundial, la política estadounidense del “buen vecino” de los años 30 y 40, la milagrosa aparición de tanta estrella carismática en unos cuantos años, el tipo de espectadores que existían en nuestro país y en toda América Latina– no se repitieron en las siguientes décadas, y el otrora influyente y exitoso cine mexicano empezó a entrar en una crisis que duró el resto del siglo XX.
Esta historia es de la edición Marzo/Abril 2019 de Tec Review.
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