Abuelas felices

No importa el nivel socioeconómico, las expresiones de amor de estas royals son como las de todas las mujeres del mundo ante el tesoro que representan sus nietos.

Ya sea que se trate del nacimiento de la primera nieta, como fue el caso de Estelle de Suecia, o de la quinta bisnieta, como la princesa Carlota de Cambridge, las royals que reciben la noticia sienten una profunda felicidad, incomprensible para quienes no han sido abuelas.

Este es el club más emocionante del mundo y quienes pertenecen a él sencillamente se consideran bendecidas de una manera muy especial. El poder querer y mimar a sus nietos sin la responsabilidad inmediata de educar, las libera de los límites que existen con los hijos, a quienes tienen el deber de disciplinar.

En el caso de las reinas, duquesas o princesas, ser abuelas significa haber encontrado un espacio emocional que les permite expresarse con una libertad insospechada. El protocolo es mucho más relajado cuando se trata de los nietos. Eso es lo que le sucedía a Isabel II de Inglaterra cuando se encontraba con el pequeñín destinado a ser futuro rey: el príncipe George.

Al mirarse, ambos se reconocían como eslabones en el linaje de los Windsor, pero entre ellos existía otro vínculo: él es el primogénito de su nieto William, el hijo mayor de su hijo Carlos, ahora rey de Inglaterra. Para la monarca fue una dicha poder conocer, compartir y observar cómo comenzó a desarrollar su propio carácter el futuro rey, algo que también pudo hacer con la princesa Carlota.