La ciudad no es para mí

CARLOS MARAÑÓN, DIRECTOR DE CINEMANÍA

1 CANAL.

Bicicletas, ecos de libertad y humo de hachís. Vincent, Jules y el Erasmus tienen la culpa. Manidísima, pero inigualable, la conversación de Travolta y Samuel L. Jackson en el coche de Pulp Fiction marca el punto de ebullición de la fascinación pop por Ámsterdam, ese lugar donde fumar sustancias ilegales en medio mundo forma parte de su folleto turístico. Pero mis primeros canales, aparte de los parientes astures de mi familia materna, fueron los de Eric, oficial de la reina. ¿A quién se le ocurre meter a un niño de nueve años a ver una película bélica de Paul Verhoeven con metralletas, nazis cabreados, tetas al aire y la mirada naranja de loco de Rutger Hauer? Sin intuirlo, mis padres crearon un monstruo: el milagro del cine siguió haciendo sus estragos en mi cabeza después de destapar los líos de la resistencia holan... Perdón: neerlandesa.