UN VIAJE SALVAJE

Es uno de los actores más emocionantes de la actualidad: camaleónico y explosivo en pantalla, lleno de energía fuera de ella. Dedicó los últimos años a materializar sus aspiraciones en Hollywood a una velocidad estrepitosa y ahora, Barry Keoghan se enfrenta a un nuevo dilema: decidir qué sueños quiere manifestar.

- ALEX PAPPADEMAS

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SON LAS 9:30 AM y Barry Keoghan está en un gym de box cerca de Melrose Avenue, en Hollywood. Me citó aquí para verlo hacer lo que más le gustaba antes de que empezara a actuar, y quizás hacerlo con él. Nos conocimos ayer y le confesé que nunca había boxeado. “Te enseñaré unos buenos jabs, hermano”, me prometió el actor dublinés. Pero cuando llego, Keoghan ya está sudado, lleno de energía y ha terminado de entrenar; quiere ir a otro lado.

Veinte minutos después, entra al rooftop con alberca del Four Seasons. Se siente bien: “Muy contento, para variar”, dice convencido. Deja sus guantes bajo un camastro y se acuesta a asolearse. Barry vive en Londres, pero está pasando una temporada aquí, disfrutando la abstracta y mimada vida de un actor que promociona una película en boga para la temporada de premios. Le gusta Los Ángeles, es un buen lugar para aullarle a la luna: “Todas las noches aúllo. Auuuuu”. Se ríe (La raíz de “Keoghan” es “cano”, que significa lobezno en gaélico). Anoche se quedó mirando el letrero de Hollywood y tuvo un momento de inspiración: “Lo estaba asimilando. Aquí hay una sensación hermosa, una especie de halo místico. Una sensación muy sutil que sólo percibo aquí, como si tuviera un romance con ella. Estoy enamorado de ella”, asegura el actor.

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