La revolución de Technicolor a todo color

Technicolor le prometía a los estudios una gama de colores nunca antes vista… pero nadie podía pagarlo. Excepto Walt Disney.

- Vera Anderson

 

 

 

Pregunten a su alrededor. En este momento, bajen un momento la revista y pregúntenle a la persona más cercana cuál fue la última película en blanco y negro que vio. Es posible que la respuesta sea una mirada en blanco; una risa de esas que usualmente nos reservamos para la más absurda de las preguntas o, si tienen mucha suerte, alguien les dirá que El artista, Güeros o Frankenweenie. El cine en blanco y negro simplemente ya casi no se hace. Y es curioso, porque existió una época en la que pocos cineastas serios estaban dispuestos a “sacrificar su arte” por entrarle a una moda tan claramente pasajera como el color. “Ése es un invento inglés que no durará”, podemos asumir que muchos cineastas pensaron en su momento. Y es que cuando el inventor George Albert Smith desarrolló su Kinemacolor en 1906 –un proceso que fotografiaba y proyectaba cinta en blanco y negro detrás de filtros rojos y verdes alternados–, el sueño del color todavía lucía demasiado lejos. Para que la “amenaza” fuera real, tenía que suceder en Hollywood.