Fragilidad y fuerza, en cualquier idioma.
Sean no es un activista cualquiera. En la causa en la que está involucrado no está luchando para obtener una libertad, ni para conseguir los de rechos de terceros, mejorar las condiciones de su barrio, ni derrocar a algún tirano. En esas demostraciones disruptivas dentro de las oficinas de farmacéuticas, a medio camino entre la manifestación y el performance, Sean se está jugando ni más ni menos que la vida misma. Así es el viaje de uno de los personajes protagonistas de la cinta francesa 120 latidos por minuto: un joven VIH positivo, miembro de la organización internacional ACT UP, que dedica la vitalidad que le resta a destronar la cultura tabú que rodea la enfermedad en el París de los 90, presionar a las farmacéuticas para transparentar sus resultados en medicamentos y crear consciencia sobre la prevención y el tratamiento.
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Crítica
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Pesadilla y tormenta
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The Witcher
La mirada femenina que le dará vida al continente
UNA ISLA LLAMADA ROBERT PATTINSON
Es un lugar común decir que Robert Pattinson no descansa.
