Jojo Rabbit INTOLERANTE A LA INTOLERANCIA

El director Taika Waititi ambientó una comedia en uno de los momentos menos graciosos de la historia por una razón muy sencilla: a veces, reírse de la realidad es la única forma de vencer los problemas.

- Vera Anderson/ Corresponsal en Los Ángeles

Insensible y sin remordimientos”. “Incómodamente graciosa”. “Escandalosa y ofensiva”. Éstas son algunas de las cosas que se han dicho sobre Jojo Rabbit, la sátira antiodio del director Taika Waititi (Thor: Ragnarok) sobre un niño de apenas diez años en la Alemania nazi que sobrevive la ansiedad de los tiempos gracias a un Hitler bufón como su amigo imaginario. A primera vista, el tema quizá parezca demasiado arriesgado, pero el neozelandés se esforzó por utilizar la sátira para lanzar un mensaje de entendimiento, en un mundo que promueve la división.

Ligeramente inspirada en la novela de Christine Leunens, El cielo enjaulado, la historia está ambientada en el pueblo alemán ficticio de Falkenheim, y gira alrededor de Jojo (Roman Griffin Davis), un pequeño que está emocionado por su primer día de entrenamiento con el grupo Juventudes Hitlerianas. Aunque mantiene la alegría y sentido de emoción de cualquier niño de su edad, desde los primeros minutos es claro que Jojo ha caído de lleno en la propaganda nazi más estrafalaria, como aquella que asegura que los judíos tienen cuernos. Sin embargo, su mundo se vuelca de cabeza cuando descubre que su propia madre tiene a una adolescente judía viviendo en su ático.