TESOROS RUSOS

La historia de los Romanov ha ejercido cierto encanto en los amantes de la realeza, por la espectacularidad de su legado y por el trágico destino de sus dueños.

- MARÍA ELENA CROS

Las joyas de este imperio sobrevivieron a los 18 zares de la dinastía, pero... no todas sobrevivieron a la revolución de octubre. Desde tiaras y coronas, pasando por gemas legendarias, hasta los icónicos huevos de Fabergé. No sólo la historia de las piezas es cautivadora, también la de quienes las usaron.

Lo cierto es que muchas de ellas se perdieron en la trágica noche del 16 de julio de 1918, cuando Nicolás II y su familia murieron en el sótano de la casa Ipatiev, en Ekaterimburgo. Sus ejecutores contaron que las piedras que llevaban cosidas a sus corsés las hijas del Zar, las salvaron de las balas, por lo que tuvieron que liquidarlas con las bayonetas, para cumplir con la orden de exterminar a toda la familia. Otros tesoros se fueron con sus dueños al exilio y el resto se exhibe en el Fondo del Diamante del Kremlin, de Moscú.

Fue Pedro I, el Grande, quien, importando el glanour experimentado en sus viajes por el resto de Europa a Rusia, sacó a las damas de su aislamiento, as invitó a la Corte por primera vez y creó el Fondo del Diamante, donándole a esa institución todas las joyas usadas en su coronación y algunas procedentes de los siglos XVI, XVII y XVIII.

Posteriormente, dictó múltiples leyes para evitar que esas piezas se vendieran, regalaran o modificaan, y dispuso que los zares le donaran al Fondo pare de las joyas adquiridas bajo su reinado; mandó a preparar una habitación en el Palacio de Invierno de San Petersburgo (Cámara del Diamante), donde se alojaron hasta que las llevaron al Kremlin al estallar a Primera Guerra Mundial.

LUJO EN EXPANSIÓN