El 16 de junio de 1959 sucedió lo inimaginable: una bala atravesó al Hombre de Acero. George Reeves, el ícono que le daba vida en TV, murió en circunstancias extrañas. Se dice que su kriptonita fue una mujer despechada.
Los niños estallaron en gritos de emoción cuando Superman entró a la tienda departamental, donde lo esperaban miles de personas. No había duda: era él. El mismo cabello negro relamido, la quijada fuerte y los dientes perfectos. Usaba, además, el mismo traje de algodón y látex con la “S” gigante en el pecho que portaba diario para salvar al mundo. Seguramente fue en ese momento en que varios de los más pequeños fans se dieron cuenta de que el traje en realidad era azul con rojo, pues estaban acostumbrados a verlo en blanco y negro, en un horario televisivo apto para ellos.
Enfundado en su traje, el actor George Reeves paseó con tranquilidad entre la multitud por unos minutos, hasta que los ataques usuales comenzaron: los niños le tiraban pequeñas rocas para probar que en realidad fuera de acero. Uno, incluso, corrió hacia él y le dio una patada en la espinilla. Reeves se disponía a reprenderlo cuando de pronto salió otro… con una pistola .38 en sus manos.
–¡Quiero ver cómo rebotan las balas! –dijo el niño, mientras sostenía el arma. La multitud se paralizó. Se hizo el silencio. –¡Claro que rebotarán! –le dijo Reeves, luchando por parecer calmado–. Pero al hacerlo podrían dañar a alguien más. El niño, convencido, soltó la pistola.
1953
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