SU LADO DESCONOCIDO

Isabel II ha estado en nuestras vidas siempre, pero muchos no conocen sus sentimientos profundos, ni su lado humano o lo mucho que ha sufrido por querer tanto a su familia.

- MARI RODRÍGUEZ ICHASO

Cuando Cynthia Leppäniemi, direc-tora de Vanidades, me pidió que escribiera sobre la reina Isabel para esta edición especial, pen-sé que no quería hacer lo mismo de siempre. Lo que se dice y se repite. Lo que todas sabemos.

Me di cuenta que, como la conozco hace tanto tiempo, quiero hablar de lo que, tal vez, nadie sepa. De esa soberana superconocida que también es una ‘desconocida’, siempre tan seria y circunspecta, y que mientras más años cumple, más respeto inspira y más vamos comprendiendo sus sentimientos.

Y me pregunto: ¿qué importancia tiene para nosotros la figura de la reina Isabel II? ¿Qué nos mantiene interesados en ella? Sin duda, no es una monarca más, sino una especie de ‘leyenda’, y en el mundo de la nobleza, la estadista senior de la realeza y, quizá, para muchos es lógico que signifique algo más que un simple personaje de la realeza.

Para mí –y no se rían por favor–, su majestad es casi como una integrante de mi familia. Sí, no es una broma, es que desde que tengo uso de razón existe en el mundo Isabel II, quien haido envejeciendo, pero a quien todavía recuerdo joven, delgada y con cintura de avispa, con ropa bonita, con sus tiaras de perlas y brillantes, y sus mantos de armiño. ¡Una imagen muy royal! Como en aquella postal inaugurando el Parlamento cubierta de capas de armiño y con sus impresionantes coronas de diamantes.