el ALMA de LISBOA

De ser un pedazo de tierra aislado en los confines de Europa a convertirse en toda una encrucijada cultural en el punto de mira. Una obra visionaria y poética del arquitecto Kengo Kuma para el nuevo Centro de Arte Moderno Gulbenkian se alza como la excusa perfecta para regresar, hoy y siempre, a la ciudad del fado.

- Sibylle Grandchamp

LAS CIUDADES SON espejos. Buscamos en ellas una parte de nosotros mismos, como hacemos en las historias de amor. Y a veces el encuentro se produce en el rincón de un jardín, en el corazón de Lisboa. En este caso, en el reflejo de una hoja de árbol sobre el tejado de tejas blancas vidriadas que el arquitecto japonés Kengo Kuma acaba de firmar para la ampliación del Centro de Arte Moderno (CAM) Gulbenkian; una marquesina curva, de 100 metros de largo y 15 de ancho, inspirada en el engawa, un concepto ligado a las viviendas tradicionales japonesas, que pretende acercar los espacios exteriores a los interiores. Los lisboetas siempre han tenido un profundo vínculo emocional con la Fundación Calouste Gulbenkian. Desde hace más de medio siglo, este santuario de naturaleza y cultura de ocho hectáreas situado en el corazón de la ciudad apoya la creación artística más allá de sus fronteras. Pero esta proeza de ingeniería, similar a la vela mayor de un barco, no podía ser mejor manera de marcar la entrada de la institución en una nueva era. Kuma lo veía como «una alternativa a los museos concebidos como cajas aisladas desconectadas de su entorno inmediato». «El