Pide pista, que despego

A los españoles nadie tiene que enseñarnos ya a jugar al pádel. Pero ¿qué tal nos va con el pickleball? Encuentra las diferencias

- BRAD NASH

Hace un par de veranos, un grupo de amigos y yo llegamos a nuestra cancha de tenis local. Allí, encontramos a dos entrenadores colocando pequeñas redes, repartiendo paletas de plástico y marcando con tiza áreas de juego improvisadas del tamaño de una cancha de bádminton. Estaban allí para enseñar lo que llamaron Spec Tennis, una versión miniaturizada del tenis real que se juega con palas de plástico livianas y pelotas desinfladas que vuelan de manera muy similar a la real, pero no tan lejos ni tan rápido. Al darnos cuenta de que probarlo era bastante más apetecible que pasar una sudorosa tarde de tenis amateur, accedimos a participar.

El atractivo, aparte de las pizzas que los entrenadores pidieron para que volviéramos la semana siguiente, estaba claro. El pequeño tamaño de la cancha hizo que el juego fuera accesible para una amplia gama de habilidades y niveles de condición física. El equipamiento, que te permitía jugar diferentes tipos de tiros sin miedo a enviar la pelota a otro barrio o fallarla por completo, te hacía sentir mucho más atlético de lo que eras. Y su desarrollo fue lo suficientemente rápido y frenético como para mantener a los mejores jugadores interesados, pero sin sacrificar la inclusión de los menos dotados.

En estos últimos años, una nueva ola de deportes adyacentes al tenis se ha apoderado de las canchas y los centros deportivos de todo el mundo, combinando la intensidad y la competitividad del tenis de alto nivel con la accesibilidad. Los dos más importantes, el