Olvida el sentimiento de fraude

Si alguna vez te has sentido más como un juguete disfrazado que como una rockstar de la (inserte título profesional aquí), esto es para ti. Lee, analiza y haz tu reverencia, amiga.

- Por Marissa Gainsburg

Nunca olvidaré el día que mi mejor amiga, una terapeuta física con un doctorado en NYU, me llamó después de su primera sesión con una celebridad internacional (tan grande que no puedo ni decir su nombre). Las dos estábamos súper emocionadas, ¡esto era monumental para ella, sólo tres años después de empezar su carrera! Así que entré en shock cuando se soltó a llorar. “Me siento como un fraude”, dijo. “¿Qué estoy haciendo aquí?”. Lloré con ella, porque esas mismas palabras habían pasado por mi cabeza algunos días antes. Me acababan de ascender, y aunque creía que lo merecía, me preguntaba si los demás pensaban igual.

A los 29 años, con casi una década en el campo de la publicidad bajo el brazo, aún tengo momentos en los que intento convencerme a mí misma y al mundo de que yo, una chica de Baltimore de escuela pública, pertenezco a una alta y brillante torre en Nueva York, trabajando con una enorme marca, manejando y guiando a un equipo más joven. Pensé que esos días de inseguridad pasarían, que desaparecerían con el tiempo y la experiencia, pero estaba equivocada. El síndrome del impostor, como frecuente y erróneamente se le llama, es de hecho el “fenómeno del impostor”. Fue nombrado por dos psicólogos en los 70, y no conoce los límites de edad. “Pensarías que el sentimiento del impostor se va mientras escalas los peldaños y logras nuevas marcas de éxito, pero puede incluso empeorar”, asegura Ash Ambirge, autora de The Middle Finger Project.