La belleza de lo salvaje

La esencia de África se pinta en un cuadro de sabanas surcadas por esbeltos cuerpos de jirafas, ríos caudalosos y paisajes humanos ancestrales. Anclada en el corazón del continente, Zimbabue destila esa esencia que hemos podido absorber a cada paso

- Texto Clara Arnedo. Fotos Flaminia Pelazzi

PIENSO EN ÁFRICA y en mi mente retumba el rugido de algún temible felino. Imagi-no amplias extensiones se-midesérticas, donde se recortan las siluetas retorcidas de árboles desconocidos. Y en sus pequeñas aldeas, tribus autóctonas ofrecen bailes tradicionales al ritmo de los yembés. Este imaginario que documentales y películas han trazado con fuerza en nuestro inconsciente colectivo se hace realidad al visitar Zimbabue, uno de los estados más pequeños del África meridional. No tardo muchos días en entender que este país es una de las cunas de la cultura del sur del continente y uno de los enclaves que mejor representa los paisajes africanos, dominados por la sabana y la presencia de gran fauna salvaje.

NATURALEZA EN SU MÁXIMO ESPLENDOR. Acordonada por Zambia al noreste, Mozambique al este, Sudáfrica al sur y Botsuana al oeste, Zimbabue, la antigua Rodesia del Sur, recoge lo mejor de sus vecinos como si quisiera resumir en su seno las virtudes de esta parte del mundo. Un ejemplo de ello son las espectaculares cataratas Victoria, y es que a Zimbabue, y por pocos kilómetros de diferencia, le ha tocado una parte importante del pastel que se reparte con la vecina Zambia. El río Zambeze decide, en este territorio fronterizo, lanzarse al vacío en un salto de hasta 108 metros de altura, en un estrecho abismo que resalta un espectáculo irrepetible.