La renaturalización, un nuevo enfoque para restaurar ecosistemas funcionales y resilientes

Los procesos de renaturalización pueden servir para generar ecosistemas más biodiversos y resilientes, no solo frente a los grandes incendios o las inundaciones, sino también ante los efectos del cambio climático.

La conservación de la biodiversidad es un ob-jetivo compartido por la mayoría de la socie-dad, pero últimamente está ganando peso un reto todavía más difícil: la restauración ecológica. No en vano, en 2021 empezó la Década de las Naciones Unidas para la Restauración de Ecosistemas 20212030, en virtud de la cual la ONU nos recuerda que no es suficiente con conservar lo que queda, sino que debemos recuperar parte de lo perdido. Los ecosistemas que se han degradado proporcionaban un conjunto de bienes y servicios muy valiosos, tanto para la propia biodiversidad que depende de ellos como para la humanidad en su conjunto. Por ello, la Unión Europea está preparando una nueva ley europea sobre restauración de la naturaleza.

La biodiversidad no deja de ser un reflejo de la variabilidad ambiental existente en la naturaleza. En muchos ecosistemas terrestres, la tensión entre la sucesión ecológica y las perturbaciones tiene como resultado la generación de mosaicos cambiantes de vegetación más o menos abierta (bosques, pastizales) y más o menos madura. La conservación, tradicionalmente, se ha fijado más en los ambientes maduros, pero, de hecho, tan importante es la sucesión como aquellas perturbaciones que la condicionan, ya sean puntuales (inundaciones, aludes, incendios) o permanentes (herbivoría). Son estos procesos naturales que operan en los ecosistemas los que generan la heterogeneidad ambiental que es la base de una biodiversidad generada por la evolución a lo largo de cientos de miles de años de adaptación a medios cambiantes. Y esa biodiversidad es el objeto de la conservación.