DESMONTAMOS MITOS SOBRE LAS GAFAS PROGRESIVAS

Es la única solución que nos permite enfocar de lejos y de cerca sin tener que cambiar de lentes, pero aun así, dar el paso despierta algunos temores que ya va siendo hora de desmontar.

-  INMA COCA

Los años no perdonan y todos nuestros órganos se van resintiendo en menor o mayor medida. La visión no es diferente y el ojo también envejece. A este proceso se le llama presbicia y empieza a ocurrir a partir de los 40 años. El ojo está formado por múltiples capas que se mueven como si del objetivo de una cámara fotográfica se tratase. Solo así logramos enfocar los objetos que tenemos delante, ya estén cerca o lejos. Con los años, este mecanismo se vuelve más rígido y, por lo tanto, no nos permite enfocar con la misma facilidad. Al principio se aprecia una dificultad al cambiar el punto de visión. Por ejemplo, se necesitan unos segundos para adaptar la vista ante un papel con una letra pequeña. Esto va en aumento y cada vez cuesta más cambiar el enfoque.

SEGÚN LA FUNDACIÓN SALUD VISUAL, EL 80 % DE LOS MAYORES DE 60 AÑOS SUFRE ALGÚN PROBLEMA DE VISIÓN.

En la actualidad, encontramos varios hábitos que no ayudan a conservar la buena visión y con los que el ojo sufre un sobreesfuerzo. Por ejemplo, vamos conduciendo y cambiamos constantemente de un punto lejano en la carretera al navegador que llevamos junto al volante. O estamos viendo la televisión y el mirando el móvil a la vez. En definitiva, cambiamos demasiadas veces el foco y eso termina pasando factura.