SILENT HILL

UNA PESADILLA ENVUELTA EN NIEBLA

Este mes de febrero, se cumplen veinticinco años del lanzamiento en Japón de Silent Hill, un proyecto en el que los mandamases de Konami no confiaban demasiado, pero que acabó alumbrando una de sus sagas más alabadas y lucrativas.

El proyecto salió adelante gracias a la determinación de un equipo de KCET (Konami Computer Entertainment Tokyo) conocido como Team Silent, que firmaría tres entregas más antes de ser desmantelado en 2005. No sabemos si los tipos que desconfiaban del primer Silent Hill acabaron siendo reubicados en la división de pachinkos de Konami, porque había que ser corto de miras para no apreciar el potencial de una aventura que sorteaba, de manera genial, las limitaciones gráficas de la primera PlayStation. En lugar de recurrir a los escenarios prerrenderizados, que tan buenos resultados le habían dado a Capcom en los Resident Evil, el equipo liderado por el director Keiichiro Toyama apostó por entornos tridimensionales generados por la consola, utilizando la perenne niebla que envolvía las calles de Silent Hill para no mostrar demasiados edificios en pantalla y, así, evitar el popping y las ralentizaciones. 

Esto, además, permitió al equipo utilizar el sonido como otra herramienta más para aumentar la tensión en el jugador, mediante la radio que portaba el protagonista, Harry Mason, cuyo sonido de interferencias indicaba la proximidad de alguna criatura digna de la perturbada imaginación de Francis Bacon.