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Se reinventa una vez más el que pusiera de moda los llamados “coupés” de cuatro puertas hace ya más de una década. Ahora en su tercera generación, el CLS mantiene muchos de los valores característicos que se han ido diluyendo en otros Mercedes de menor tamaño.

- Manuel Fernández

Que sea el paso antes del Clase S y a su vez una suerte de varian-te más exclusiva del Clase E, al basarse en la misma plataforma de este último, es uno de los factores que le da un aura especial al CLS, que visto muy racionalmente es un coche redundante pues por segmento ocupa el mismo lugar de un E Sedán al ser también una berlina grande, pero es su propuesta visual más irreverente la que le da sentido en la oferta porque en su intento de verse como un Coupé, sin serlo en el más estricto sentido de la definición, atrae a quienes no quieren renunciar a la practicidad de un tricuerpo de cuatro puertas pero desean algo menos conservador, más interesante o raro... así sea sacrificando algo de espacio y visibilidad. La fórmula funcionó y años después hemos visto que rivales como Audi y BMW respondieron con modelos como el A7 y el Serie 6 Gran Coupé.

Los rasgos característicos del CLS sobreviven: una línea baja acompaña a unas puertas sin marco y, eso sí, un interior que ahora cuenta con cinco y no con cuatro plazas y que además no se deslinda tanto del Clase E, o al menos no en la forma en la que la cabina de un CLS era distinta en su diseño a la de un E en sus generaciones previas: dominan dos enormes pantallas configurables complementadas por cuatro salidas de aire al centro (más elaboradas en este caso) y un tablero que en el lado del pasajero no se proyecta tanto desde la base del parabrisas.