Ensenanzas De Negocios Desde El Everest

DESCUIDAR EL TIEMPO O DETALLES QUE PARECIERAN INSIGNIFICANTES, DESATENDER UNA SEÑAL, NO ESCUCHAR LA VOZ DE LA EXPERIENCIA O NO ENTENDER EL TRABAJO COLABORATIVO PUEDEN CONDENAR UNA MISIÓN O UN PROYECTO AL FRACASO

- Bertha Eugenia Sotres Mora

Todos tenemos sueños. Algunos en eso se quedan, mientras que otros hacen que sus sueños se prendan en ellos como algo que tienen que realizar y que los lleva a una decisión: actuar para que ese sueño suceda.

A los cinco años de edad, Benjamín Salazar tuvo el sueño de subir al Everest. Todo empezó cuando sus padres lo llevaron a presenciar los 3,500 metros de altura de nieve que dejó la gran nevada de 1982 en el Paso de Cortés y Tlamacas.

Este hecho se sembró en su mente, su corazón y su espíritu. Con el tiempo, esa semilla germinaría con los relatos de su padre y los constantes contactos visuales que desde su casa le ofrecían, día tras día, el Popocatépetl, el Iztaccíhuatl, la Malinche y el Pico de Orizaba. Todo eso fue como un llamado a visitarlos y descubrirlos en otra dimensión.

Fue así que Benjamín decidió entrenarse en alpinismo y otros deportes. También tuvo una formación universitaria en Teología, Filosofía y Sistemas, lo que lo proyectó como ejecutivo para desempeñarse como gerente de Manejo de Efectivo en Scotiabank México, institución que, además de valorar su desempeño profesional, ha impulsado y reconocido el récord que alcanzó en su ascenso al Everest.

Pero, ¿cómo ha logrado llegar a la cima de las montañas más altas? “En mi niñez –relata Benjamín– fueron recurrentes los paseos al pie de las montañas. Desde entonces, nació y creció en mí la inquietud por subir e ir más allá de sus faldas”.