UN AMOR DE PELÍCULA

La soberana siempre ha mantenido un control absoluto de sus emociones, pero quien supo sacar su dulzura, pasión y alegría fue el amor de su vida: el príncipe Felipe.

- MARI RODRÍGUEZ ICHASO

La soberana de Inglaterra ha logrado mantener –tal como le enseñaron de pequeña– un rígido control de sus sentimientos, llevando al pie de la letra el protocolo. Sin embargo, supo guardar sus mejores sonrisas y ternura para su marido. Y ello nos lleva a pensar que Isabel II, a pesar de contratiempos, disgustos y crisis, ha sabido ser una gran reina y esposa, que por encima de todo amó al príncipe Felipe (qepd).

Aquella boda hace casi 75 años fue una verdadera historia de amor en medio de los problemas que tenía la Inglaterra pobre y golpeada tras la Segunda Guerra Mundial. Y un dato curioso sobre aquellos años de carencias es que varios países del Commonwealth británico le hicieron como regalo de bodas a la pareja una caja de latas de piñas en conserva y una de las entonces muy codiciadas medias de nailon. La boda de la princesa heredera fue el primer gran acontecimiento real televisado en todo el país, y es muy dulce saber que Isabel II siempre estuvo tan enamorada como el primer día de su marido, que caminaba como lo marca el protocolo, “dos pasos detrás de su majestad”, aunque la reina siempre afirmó que, a pesar de ello, el que llevaba los pantalones en su casa era él.

La pasión que sentía Isabel por Felipe era tan intensa que nada descarriló aquel matrimonio, pues su boda fue por amor. Después del viaje de novios, según cuenta la duquesa de Leeds en la biografía Los Royals, de la autora Kitty Kelley, el príncipe “se quejaba a menudo de que Isabel siempre estuviera metida en su cama y quisiera hacer el amor continuamente”.