Caminos paralelos

Visitamos a tres parejas que revolucionan la escena gastronómica de la Ciudad de México. Con la fotografía de MAUREEN M. EVANS y las palabras de DANIEL GONZÁLEZ.

Es complicado concentrarse en el Máximo Bistrot. Son apenas las 11 de una muy soleada y cálida mañana en la Ciudad de México y la cocina del célebre restaurante está a pleno rendimiento. Los fondos, que desde este lado de la vitrina se intuyen sabrosos y untuosos, bullen en el fuego; los mejillones, brillantes, del tamaño de un celular antiguo, se cuecen al vapor con despreocupación y las codornices, rellenadas con mimo artesano, descansan esperando su elaboración final junto a unos champiñones sin mácula que un cocinero, en sincronía perfecta con una docena de compañeros, corta con la perfección de un aprendiz de Miguel Ángel. "Esto es un laboratorio de la felicidad", pienso, una idea que Eduardo 'Lalo' García y Gabriela López, ideólogos, propietarios, administradores, padres e hijos del Máximo, uno de los puntales de la efervescente escena gastronómica de la Ciudad de México, me confirmarán, con matices, durante la conversación posterior.

"En realidad, todo se reduce a dar de comer a alguien", reflexiona Lalo, el cocinero y 50% del proyecto de vida que comparte junto a Gabriela, su pareja y también administradora del restaurante y de Maximus, pequeño imperio que ha nacido y crecido alrededor de él. Ambos, García desde la cocina y López desde la administración, forman parte de la vanguardia creativa que ha transformado los fogones de la capital hasta convertirlos en un destino de reconocimiento global. Y lo han hecho de la mano, desde aquellos ahora lejanos comienzos en los que la idea de un restaurante en propiedad era apenas un sueño de juventud.